EL MUNDO ES UN LIBRO QUE AÚN NO HEMOS LEÍDO

MI LIBERTAD NO TIENE PRECIO: TIENE TU NOMBRE

POETA ES AQUEL QUE SE COMPORTA IGUAL ANTE UN REY QUE ANTE UN MENDIGO

TODO ES LITERATURA; DEPENDE DE COMO TE LO CUENTEN

LA MENTE ES COMO UN PARACAIDAS, SÓLO SIRVE SI SE ABRE

Friday, 26 October 2012

ROTH, EL INFIERNO EN LA MEMORIA




Hay escritores que escriben una y otra vez la misma novela. Phillip Roth no es sólo uno de ellos, es el que ha hecho de la repetición de la misma formula magistral una de las características de su genio. El esquema es siempre el mismo: un muchacho judío americano debe alejarse de las seguridades de su mundo y del seno de su madre para arrojarse en brazos de la terrible amenaza gentil: la mujer gentil inquietante e impredecible que pondrá su mundo ( y el nuestro) patas arriba. Ese era el argumento de "El lamento de Portnoy" que lanzo a Roth a la fama y también el de "La visita al maestro", "Indignación", "Mi vida como hombre".
En  "El animal moribundo" la edad empieza a definirse como otro de los ejes, recurrentes de Philip Roth, el paso del tiempo y la memoria como infierno particular. Una memoria que es repetir todas las vidas como un modo de repetir la historia.
Roth nos cuenta las preocupaciones concretas de un sector muy concreto de la sociedad en un espacio de tiempo insignificante a veces  y las eleva a preocupaciones universales que afectan al mundo entero.
En esta transformación de lo ilimitado en infinito se une a Hemingway y a Faulkner. Y en la repetición de su mundo limitado para convertirlo en ilimitado hace verdadero el adagio de la escritura creativa: no importa repetir si se repite lo que importa.
Y lo que le importa a Roth es el tiempo y la muerte, que es lo mismo que decir que habla siempre de la soledad y de la vida. La soledad en compañía de otros que es la condena más terrible. La soledad en el amor que es el último castigo del pecador más terrible. Ese que decía San Agustín que no peca porque no puede.
Por eso todas sus novelas de "Me case con un comunista" a "Elegy" son una única novela y al mismo tiempo son siempre una novedad, una sorpresa.
Eterno candidato al Premio Nobel la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Letras no habrá sido una sorpresa para el escritor más premiado de los modernos Estados Unidos.
Un escritor acosado por la muerte en novelas como "El animal moribundo" o "Sale el espectro" y que la vence  a través de la inteligencia. Philip Roth ejerce la auto-ironía como el último refugio contra el fin de todas las cosas. En "Indignación" Roth convierte la memoria en el infierno, el infierno de recordar vidas infelices en el que parecen consistir todas sus novelas.
Y contra ese recordar frustraciones como infierno, el lenguaje: el placer del lenguaje laborioso y culto se configura como el Paraíso de Roth en  un mundo en el que la familia sobreprotectora es una metáfora de un estado a la vez omnipresente e impotente.
La madre judía sobreprotectora de "El lamento de Portnoy" se une al padre sobreprotector de "Indignación" en una galería de personaje conmovedores porque todos los hemos conocido alguna vez. Personajes que pueden haber sido nuestros vecinos y que ahora son los héroes de estas novelas de anti-héroe.
Roth es el verdadero protagonista travestido en tantos nombres de estas novelas que hurgan en la culpa y la conciencia como si fueran estercoleros de los que el autor siempre es capaz de extraer algo valioso. Entre las toneladas de basura de la ciudad perdida de las palabras aparecen una y otra vez tesoros ocultos: de conocimiento, de intuición.
Son atisbos del mundo que Roth va creando en la cara oscura de cada novela. Ese mundo de sombras que nos permite adivinar la luz y que acaba de valerle al autor un Premio Príncipe de Asturias.
Porque lo escrito siempre pesa más que lo escrito: en la obra de Philip Roth y en la verdadera literatura.  

Friday, 21 September 2012

EUGENIA RICO en el BLOG DE LIBROS EN ESPAÑOL DEL NEW YORK TIMES



LEER MAS enlace al blog de libros en español del New York Times
Gracias al blog de libros en español del New York Times.
Gracias New York City.


El mundo es un libro que aún no hemos leído.
Os copio aqui el texto del artículo parte del texto del artículo

Unos dicen que ella es la nueva Virginia Woolf versión española, otros dicen que es la narradora hipster del momento, ella agracece los piropos pero no se marea. Ella lo tiene claro. Lo suyo, dice, es simplemente trabajar y cuidar a su pequeña hija.
LEER MAS. LEER MAS enlace al blog de libros en español del New York Times

Sunday, 24 June 2012

El fin de la raza blanca


Os cuelgo hoy el texto que J.M. Plaza publicó en la edición digital de El Mundo el pasado 20 de marzo con el deseo de que no sea "El fin de la raza blanca" ni de ninguna otra. 

Ha escrito decenas de relatos, pero ahora, tras cinco novelas de gran éxito, publica un libro de cuentos: 'El fin de la raza blanca' (Páginas de espuma), un volumen de 101 páginas exactas. Demasiado breve quizás. Eugenia Rico tiene otra visión. "Es el más largo de todos mis libros porque sigue sucediendo en la mente del lector después de acabarse. Es un libro denso, con historias fuertes y mucha violencia. Hay más de un muerto por relato, algo que nunca sucede en mis novelas". Quizás por ello, a pesar de tener tanto material, ha decidido elegir tan solo 12 cuentos, además de dos microrrelatos, para este libro dividido en tres partes clásicas: Cielo, Purgatorio, Infierno.

"Son historias independientes que tienen relación y dialogan entre sí. Estos cuentos tratan de gente a la que no le han enseñado a ser feliz y han de buscar su felicidad y sobre seres ordinarios a los que les suceden cosas extraordinarias". Aquí hay historias criminales, pero también relatos sobre el tormentoso mundo de la pareja.

Eugenia Rico se inició precisamente escribiendo poesía y cuentos, pero siempre ha tenido mucho respeto a este género literario: "Un cuento es como un polvo, una novela es una historia de amor –dice e insiste–. Escribir un cuento es como cantar 'a capella', sin acompañamiento. No es posible disimular con la música". Eugenia Rico, que se inició en la literatura con 'Los amantes tristes', obtuvo el premio Azorín con 'La muerte blanca'. Su última novela, 'Aunque seamos malditas', ha sido uno de los grandes éxitos de venta y crítica en Alemania y le ha abierto la puerta de Estados Unidos, en donde lo están traduciendo.

"Fue de casualidad. Daniel Kehlman [el autor de 'La medición del mundo'] leyó mi novela en Marbella y se la recomendó a su editor", explica la autora asturiana, que ha sido muy apoyada en Alemania y se le ha saludado como "la voz más importante de la nueva escritora en español".

El final de la raza blanca

El título del libro (que es también el de un cuento sobre la época en que el Gran Kahn cierra China a los occidentales) tiene mucha que ver con el tiempo que nos ha tocado vivir: "Esto es una hecatombe económica, pero también política, ética y emocional. No es sólo el fin del estado del bienestar, sino el final de los sueños de la raza blanca".

Este fin supone un cambio de valores, que ya se empiezan a percibir en la sociedad norteamericana. Así lo ha comprobado Eugenia Rico, que ha estado cinco meses hablando de literatura en el campus de Iowa, en las mismas aulas que pisaron anteriormente Raymond Carver o Richard Ford.

"Ya se está acabando la época en la que los buenos eran los perdedores y para triunfar había que ser un tipo sin escrúpulos. Hay que quitar el poder a los malvados". Y lo comenta, esperanzada, ya que "la maldad" ha sido uno de los temas que más le han obsesionado y que ha tratado con frecuencia en sus novelas.

Tuesday, 19 June 2012

Virginia Woolf y Eugenia Rico: tiempo, literatura, amor, muerte


Rafael Arenas García, en su blog "El jardín de las hipótesis inconclusas" ha publicado un interesante y extenso post titulado "Virginia Woolf y Eugenia Rico: tiempo, literatura, amor, muerte" que hoy me emociona poder compartir con vosotros. 

Podéis leer su post en el blog "El jardín de las hipótesis", o en la parte inferior de esta entrada. 

Desde aquí mando mil abrazos para Rafael, con todo mi agradecimiento por su reflexión en su blog. Y a vosotros por seguir leyendo.



¿Por qué escriben quienes escriben? ¿Qué les mueve a contar historias, a juntar palabras, a expresar o provocar emociones? ¿Las razones de cada uno de ellos son particulares, diferentes o, por el contrario, si miramos lo suficientemente adentro resultará que un único impulso básico y por tanto primitivo une a todos los que son llamados “escritores”?

Podría ser que no fuéramos conscientes de ello; pero esta pregunta es, quizás, la que permitiría entender una de las más inexplicables costumbres de nosotros, los lectores; la de comparar a los escritores entre sí. Cada vez es más frecuente que las editoriales y las librerías presenten a un autor en relación a otro. "La Agatha Christie de los países nórdicos", "el Faulkner alemán", "un Oscar Wilde postmoderno" o, como ha sucedido realmente hace unos meses (los anteriores son epítetos inventados), "la Virginia Woolf de la era facebook" o la nueva Virgina Woolf, que es como se calificó a Eugenia Rico en el blog de literatura en español del New York Times

A mí siempre me han molestado estas relaciones forzadas entre escritores, aunque reconozco que como lector también incurro en esta falta. Últimamente, por ejemplo, no dejo de comparar "Vida y destino" de Vasili Grossman (una de las mejores novelas que he leído) con "Guerra y Paz" de Tolstoi. Aunque racionalmente lo denostemos no podemos evitar caer en este juego de comparaciones e, incluso, de clasificaciones (los diez mejores libros que has leído, el mejor autor del siglo XX, el mejor poeta romántico, etc.). La afición de nuestra especie a coleccionar, que se aprecia de forma prístina en los niños pequeños e, incluso, en nuestros parientes cercanos, los chimpancés y el resto de los grandes simios, conduce a la costumbre de clasificar y jerarquizar. Probablemente está en nuestros genes, qué le vamos a hacer.

En lo que se refiere a la literatura este divertimento es profundamente injusto. Cada autor es único y tiene su propia voz. Pienso que si yo escribiera me molestaría que me comparasen con nadie. Y tanto da que se trate de un autor desconocido como de genios absolutos como Dante, Shakespeare o Cervantes. Cada uno ha de tener su lugar bajo el sol o en el limbo de los condenados. Quizá el lugar de algunos sea más grande que el de otros; pero todos tienen derecho a que el suyo les pertenezca plenamente.

Ahora bien, pese a la injusticia, existen razones profundas para que seamos tan proclives a este juego de comparaciones, y es que a través de ellas podemos asomarnos, aunque sea a hurtadillas a uno de esos grandes misterios de la literatura, las razones para escribir. Cuando comparamos autores, temas y estilos nos acercamos, muchas veces sin saberlo, a esa cuestión. Se explica así que con frecuencia se pretendan encontrar las claves de un autor en su biografía, en sus circunstancias vitales, en los acontecimientos que vivió. Me parece que últimamente se ha denostado esta forma de proceder y se pretende hacer crítica literaria desconectada de los avatares personales de los autores. No sé bien a qué viene este propósito; pero intuitivamente me parece equivocado. Ciertamente la anécdota por la anécdota es irrelevante literariamente, pero no así esa anécdota cuando puede conectarse con lo que ha escrito dicho autor. En este caso la anécdota ya no es tal, sino una clave que puede resultar valiosa para entender esa cuestión nuclear: ¿por qué escriben? Entendida así la biografía de un escritor puede tener sentido comparar unos con otros. De esta forma podemos tentativamente plantear hipótesis que nos acerquen a la respuesta. Cuando experiencias similares conducen a obras literarias que de alguna forma pueden ser relacionadas se sientan las bases para de algún modo poder averiguar por qué escriben los escritores.

En el caso de Virginia Woolf y Eugenia Rico hay un elemento en la biografía de ambas que inmediatamente salta a la vista de cualquiera que inicie este ejercicio. Ambas sufrieron en su adolescencia la pérdida de algún ser querido. En el caso de Virgina Woolf se trataba de su madre y de su hermana, fallecidas cuando Virginia tenía trece y quince años respectivamente; en el de Eugenia la de su hermano, muerto cuando la escritora tenía dieciséis o diecisiete años. La huella de esa pérdida en la obra de Rico es explícita en el que para mí es su mejor libro, “La muerte blanca”. En éste se hace difícil separar lo que es relato fiel de lo que es inventado; pero en cualquier caso delimitar con precisión entre lo uno y lo otro me parece secundario porque lo que es claro es que todo (lo histórico y lo inventado) es profundamente auténtico, real en el sentido literario del término. No hay en el libro ninguna impostura, ninguna recreación artificial sino, por el contrario, un discurso que suena a desahogo y que agarra al lector desde la primera página hasta la última.

En lo que se refiere a Eugenia, por tanto, la primera –y apresurada- respuesta a la pregunta de por qué escribe encuentra una fácil constestación tras una rápida consulta a su biografía. La muerte de su hermano tenía que ser contada, tenía que ser relatado el profundo cambio que se produce en la persona cuando se sufre una pérdida semejante. Años seguramente de dolor inexpresable encontraron finalmente su cauce en este relato. Escribió Eugenia porque quería contar, lo que implica (y sobre eso volveremos un poco más adelante) que quería que fuera leído, que su dolor fuera compartido en alguna forma. Nadie escribe para encerrar el folio en un cajón bajo llave o, mejor aún, para quemar lo que se ha escrito sin dar oportunidad de que nadie lo conozca. Casos hay de escritores que dieron al fuego parte de su obra u ordenaron que se diera al fuego esa obra; pero estos son supuestos especiales que se explican por circunstancias particulares, no pueden ser tomados como regla porque precisamente la regla es que quien escribe quiere ser leído, lo que no es más que una manifestación particular del deseo de ser escuchado; deseo universal que tan bien resumió Virginia Woolf en su Orlando “Los seres humanos prefieren sufrir la incompresión o el ridículo a guardar silencio”.

“La muerte blanca” es, por tanto, la huella más clara de una pérdida temprana en la obra de Eugenia Rico, pero no es la única, desde luego. Otras son más sutiles; pero, precisamente por esto, quizás más significativas. La muerte no vale solo por sí misma, sino, sobre todo, por la forma en que tiñe la vida. No podemos concebir la vida sin la muerte (o quizás sí, pero eso vendrá más adelante) y esto hace que la muerte y su experiencia transforme la percepción que se tiene de la vida. Si en “La muerte blanca” el tratamiento de la muerte es explícito en otras obras de Eugenia aquélla se deja ver a través de la forma en que transforma la experiencia vital. Así sucede en “La edad secreta”, donde la referencia en el título es, precisamente, a los años que quedan por vivir. En todo el relato se aprecia esta forma especial de percibir la vida que resulta de una experiencia cercana a la muerte. La forma en que una mujer que está en sus cuarenta años pretende apurar la vida consciente de que es un bien que se agota, que puede terminar en cualquier momento, convierte el relato en paradigma de cómo es la muerte la que transforma la vida en devenir; y esto se me antoja relevante, porque pocas veces caemos en la cuenta que ese devenir, que ese transcurso del tiempo que caracteriza toda nuestra experiencia del mundo es fruto, precisamente, del choque brutal de la vida con la muerte. Sin la muerte el tiempo no existiría tal como lo conocemos y toda nuestra forma de percibir la vida sería diferente.

Es en la percepción de este devenir donde se encuentran Virginia Woolf y Eugenia Rico. A mi conocimiento no hay en la obra de Virginia nada que se asemeje a “La muerte blanca” de Eugenia. Quizás si Virginia hubiera podido escribir en un momento u otro una obra equivalente no hubiera sufrido lo que sufrió en vida y no hubiera muerto tan prematuramente como lo hizo. Quizás; pero lo cierto es que esa obra -que hubiera sido el equivalente médico a una incisión que permite fluir a la sangre que se ha acumulado entre los tejidos y huesos tras un fuerte golpe- no existe; aunque sí disponemos de obras en las que se nos habla del devenir. De hecho el devenir es una constante en la obra de Virginia Woolf. “Las olas” lo muestra con una imagen de una tremenda fuerza pese a su carácter tópico. Esas olas que desde el mar llegan a la playa imperturbables ante los cambios que se producen desde el amanecer hasta el ocaso quizás sean en ese sentido más importantes incluso que los extraordinarios soliloquios que componen esta obra maestra. El devenir también esta presente en otras obras de Virginia Woolf. El interés en que el relato de un solo día pueda iluminar existencias enteras, que está presente en “Mrs. Dalloway” y también en “Los años” nos habla también de esa experiencia particular en relación al tiempo que tan próxima pueden sentir quienes saben que la eternidad no es un tiempo prolongado sino la ausencia de tiempo.

La excepción a esta forma peculiar de concebir el tiempo es la que, quizás, sea la obra más bella de Virginia Woolf, “Orlando”. Aquí la clave de la obra es el transcurso del tiempo, los siglos, sin que el protagonista envejezca o muera. Es cierto que es afectado por un cambio no menor, como es el de pasar de ser hombre a ser mujer; pero este cambio no hace más que incidir en esta experiencia que pretende ser total respecto al tiempo. Si en otras obras de Virginia Woolf el tiempo es el que vence aquí es el derrotado; pero este cambio tiene una explicación y es que “Orlando” es, como se ha dicho alguna vez, la carta de amor más larga escrita nunca, la forma en que Virginia contó al mundo la experiencia que para ella supuso su relación con Vita Sackville-West. Y el resultado es extraordinario. No creo que sea casual que cuando el amor arrebata a la autora (¡y de qué manera!) se produzca una explosión de belleza como no he visto nunca, tan solo equiparable a la mucho más fría y racional que es la Comedia de Dante; pero, claro, el amor de Dante fue construido laboriasamente por él mismo, mientras que en el caso de Virginia Woolf sí que gozó de la entrega de su amante, y esa no es una diferencia baladí ni en la vida ni en la literatura.

Virginia Woolf no escribió –ya lo hemos dicho- un equivalente a “La muerte blanca” y Eugenia Rico no ha escrito un equivalente e “Orlando”. El libro de Eugenia que más se ocupa del amor es, precisamente, “La muerte blanca”; pero el amor del que trata es el amor fraternal, no el amor sexual y apasionado que se encuentra en la fuente del “Orlando”. Es cierto que tanto en “Los amantes tristes” como en “La edad secreta” nos encontramos con amantes; pero el amor (o si se me permite la cursilería, el Amor con mayúscula) no está presente. Eugenia no nos ha descubierto aún, por tanto, esa fiesta que es el transcurso del tiempo no limitado por la muerte. En ella, en Eugenia, el devenir se explica a partir de la disección de experiencias transcendentes que se desarrollan como fogonazos, como llamas que se encienden y apagan en instantes pero cuyo recuerdo o explicación puede demorarse cientos de páginas. Así sucede en toda “La edad secreta” y en muchos momentos de “La muerte blanca” (inolvidable en ésta el relato del momento en el que se le transmite a la protagonista la noticia de la muerte de su hermano). En su última novela, “Aunque seamos malditas” la opción es diferente. Aquí el devenir se representa por medio de dos historias paralelas separadas por varios siglos y desarrolladas sobre los mismos lugares. Aquí la historia sirve como metáfora del miedo y, por tanto, odio al que parece más débil, al diferente que, sin embargo, oculta saberes y capacidades desconocidas. Una historia universal de la opresión que, por inabarcable en su relato pormenorizado, parece pretender que el lector la aprehenda a través de un simple paralelismo (uno, dos, muchos; tal como cuentan los niños pequeños).

Probablemente todo lo anterior no sean más que especulaciones gratuitas y sin substancia; a mi, sin embargo, me satisface divagar sobre estos temas. Pretender adivinar que tanto Virginia Woolf como Eugenia Rico nos hablan del devenir porque son bien conscientes (o subconscientes) de que la muerte transforma de forma esencial e irremediable la vida y nuestra concepción del tiempo me produce una íntima satisfacción que se conecta a la pregunta con la que comenzaba ¿por qué escriben quienes escriben? Ahora bien, todavía quedaría por saber cuál es la razón por la que esa pregunta interesa a los lectores. ¿Por qué habríamos de preocuparnos de las razones de aquellos que escriben? ¿No debería bastarnos con leer lo que nos ofrecen sin parar en cuáles fueran las razones que les impulsaron a escribirlo? Parece ser que no, que no nos es suficiente esto y rebuscamos entre los datos para responder a esta pregunta e, incluso, para llegar a conocer los detalles de la existencia de aquellos que nos regalan sus páginas. Intentar dar respuesta a este interrogante (¿por qué nos interesan las razones de quienes escriben?) puede también resultar interesante ya que nos conecta con una pregunta aún más profunda: ¿por qué leemos?

La impresión que tengo es la de que la pregunta sobre las razones de quienes escriben está íntimamente conectada a la cuestión de las razones de quienes leen. Al fin y al cabo la literatura no es un ejercicio solitario, sino que precisa la interacción entre autor y lector, tal como expresó de forma magistral Perec en “La vida, instrucciones de uso”. Antes ya hemos hecho referencia a la necesidad que, por lo general, tiene el autor de lectores. El escritor no escribe para sí mismo, sino que lo hace para comunicarse con otros. Desea trasladar pensamientos, emociones, inquietudes que han de ser respondidas por el lector. Ahora bien ¿por qué el lector ha de detenerse en lo que relata el escritor? La respuesta es también intuitivamente clara: porque cuando el escritor nos habla de sí (desengañémonos, todos los escritores hablan de sí mismos) está hablando también del lector. Si el lector no se identifica con lo que se le cuenta abandonará el cuento, el poema o la novela. Si sigue leyendo es porque consciente o inconscientemente descubre que ese escritor al que quizás no ha tratado nunca o puede que muerto hace siglos o incluso absolutamente desconocido está hablando de sí mismo, del lector y de sus experiencias y sentimientos; con frecuencia de sentimientos o experiencias de los que ni siquiera era consciente. De hecho cuanto más revelador sea la obra para el lector más interesante le parecerá; es por eso que la buena literatura ha de contener siempre la dosis justa de misterio, de dificultad. La suficiente como para incitar al lector a realizar un ejercicio intelectual que le hará mirar un poco más allá de lo que es su horizonte habitual; pero no tanta como para desanimar al lector superado por un galimatías que resulte absolutamente inextricable. Wallace Stevens expresó bien esta idea cuando decía que la poesía debía resistir a la inteligencia “casi con éxito”. Cuando el lector encuentra una obra que le exige ese esfuerzo justo premiado con la satisfacción de descubrir sentimientos o ánimos que le son propios y que hasta ese momento no conocía gozará de la literatura, que no es más que una comunicación íntima entre el autor y el lector que permite que ambos hollen terrenos que van más allá de la experiencia común y cotidiana, aunque con frecuencia parten de ésta, de la realidad conocida para llegar a la realidad desconocida, la más auténtica.

Visto desde esta perspectiva cobran nueva luz afirmaciones como la de que “nos hallamos ante una obra muy personal”. Normalmente frases como ésta se refieren al escritor, pero quizás el crítico o reseñador está haciendo referencia a sí mismo, porque la obra en cuestión ha conectado con su yo profundo de una forma inesperada y fructífera. Para mí ésta es la magia de la literatura, la prueba que todos nosotros, individuos de una especie que se caracteriza por una exagerada capacidad simbólica, estamos conectados por sentimientos comunes y existen algunas personas, los artistas que son capaces de ponerlo de relieve. Si analizamos las razones por las que ellos escriben y nosotros leemos descubriremos que constituimos una fraternidad más profunda de lo que a veces pensamos. Los grandes temas que aborda la ciencia, la filosofía, la teología son convertidos en experiencia personal por los escritores. A mi me satisface pensar en cómo Virginia y Eugenia han sido capaces de hablarnos de uno de esos grandes temas: la muerte, el devenir, el amor; de una forma tal que hablando de sí mismas hablaban de todos nosotros.

Thursday, 14 June 2012

La ironía es la voz de Dios


Posteo la entrevista de Alfonso García del pasado 10 de junio en el Diario de León. Desde aquí aprovecho para mandarle un fuerte abrazo. Espero vuestros comentarios.


Eugenia Rico (Gijón, 1972), conocida y reconocida novelista, publica su primer libro de relatos, El fin de la raza blanca (Páginas de Espuma). Un conjunto de catorce piezas que bucean en la tensión, la supervivencia, la presencia de la maldad, el amor corrompido… Humor, sátira social, crítica política… bajo la cuidada mirada de una literatura sólida y llena de registros y sugerencias. 

—Usted es conocida como novelista. A pesar de la narrativa dispersa por antologías y publicaciones periódicas, este es su primer libro de cuentos. ¿Por qué? 
—Se predica que la novela es un género de madurez, a mi modo de ver el relato es un género de madurez: una sola palabra de más basta para destruir un relato. El cuento tiene que ser perfecto, en el relato un autor busca la página perfecta y la obra total. Siempre he cultivado el relato corto pero quizá me haya influido mi estancia en Iowa: la Universidad donde se formó Carver, Cheever, Flannery O’Connor. Autores de algunos de los mejores cuentos del mundo. En Iowa todos los caminos llevan al cuento.

—‘El fin de la raza blanca’ toma el nombre de un relato, un terrible relato de amor en el que se adivinan muchas lecturas. ¿Por qué este título? 
—En la Feria de Guadalajara me hicieron una entrevista para el último programa de Aspekte, el principal programa cultural de la televisión pública alemana la ZDF, hablando de las perspectivas para el tercer milenio y el fin del modo de vida de la «raza blanca», de las consecuencias de la caída del muro de Berlín, entonces tuve una visión que entronca con este cuento modernista sobre la traición. La raza blanca como la criada del cuento emprende la senda que lleva a la destrucción y el relato está también basado en la historia real del Gran Khan que construyó el Taj Mahal y que prohibió la entrada a la raza blanca en la India por los motivos que se explican en el cuento. 

—Llama inicialmente la atención el hecho de que la obra esté dividida en tres partes significativas: ‘Cielo’, ‘Purgatorio’ e ‘Infierno’… ¿La vida es así? ¿De qué estado está más cercana? 
—¿Quién no ha pasado alguna temporada en el Infierno y algunas horas en el Cielo? Los personajes de El fin de la raza blanca viven en el Infierno pero hablan castellano y gracias al idioma se escapan al Purgatorio y luego al Cielo de las palabras. Los protagonistas se buscan en el Cielo, se encuentran en el Purgatorio y en el Infierno se quitan las máscaras.

—La construcción de los relatos parece un juego en que se mezcla lo fantástico, el humor, la ironía, la acidez… 
—En el Norte la humedad hace que los confines de la piel se difuminen, no sabemos lo que está dentro y lo que está fuera, por eso en el Noroeste en los filandones los contornos de la realidad se expanden y el humor es la forma suprema de la inteligencia, y el humor aspira a convertirse en ironía y la ironía es el timbre de la voz de Dios. 

—Hay historias muy duras, tratadas a veces con delicadeza, siempre con originalidad, como ‘La noche de la Candelaria’. ¿Esconde aún la guerra civil muchas posibilidades narrativas? 
—Nuestra contienda se ha convertido en un icono como la Segunda Guerra Mundial, en un escenario para el tiempo de los asesinos que revela lo mejor y lo peor del ser humano. 

—‘La línea gris’, por poner un ejemplo, además de estremecedor, es un relato con una estructura que no permite respirar al lector, que se ve envuelto en la trama. ¿Está aquí el secreto de un buen relato? 
—La respiración es uno de los secretos de un gran escritor. El relato debe llevarnos del principio al final en una sola respiración: una bocanada que dejamos escapar aliviados al final del relato que es el comienzo de otra historia en nuestra cabeza. 

—Además de la mirada desnuda que se asoma en estos relatos, la fuerza del lenguaje es fundamental. ¿Qué prefiere en él, precisión, sugerencia, intensidad, pulcritud…? 
—El escritor tiene que dominar el lenguaje como un jinete a su caballo, y a la vez dejarse dominar por él como hacemos con el verdadero amor. La lengua debe ser honesta y justa y juguetona, hay que buscar en ella texturas como un gran cocinero las busca en sus platos, deconstruir el lenguaje para hallar caminos nuevos. 

 —Parece que el relato aún no está suficientemente reconocido en España, y la verdad es que contamos con una excelente nómina de cultivadores. ¿Encuentra alguna explicación? 
—América es el continente del relato y Europa el de la novela. España es país de grandes cuentistas, pero los editores que no los lectores apoyan sólo la novela. Si Borges fuera español sería desconocido. Es importante dar a conocer a nuestros grandes cuentistas. 

—Es frecuente la creación de decálogos por parte de no pocos cuentistas. No llegaré a tanto, pero sí a preguntarle cuáles son, a su juicio, las claves de un buen relato.
—Un buen comienzo y un gran final. Una Epifania: el descubrimiento de una verdad ignorada que siempre había estado allí. Un escalofrío: el que debe recorrernos. Una iluminación: como un relámpago el cuento ilumina durante unos instantes la realidad y nos permite ver lo que hay debajo.

—Si en España su obra es conocida y premiada, la admiración en Alemania sobrepasa muchos límites. Una buena parte del público y la crítica de este país la considera «la nueva estrella de la literatura en español». 
—Lo dijo Ulrike Timms, la crítica estrella de Deuschland Kultur Radio que se unía a los elogios de Daniel Kehlman, quizá en estos momentos el escritor más importante de Alemania. Es muy importante el reconocimiento en Alemania a mi calidad como escritora porque es un país de muchos y muy buenos lectores, el país que ya encumbró a Javier Marías, por eso estoy sorprendida y agradecida.

Wednesday, 6 June 2012

Crónicas bradbúricas


Descubrí que no existía la vida después de la muerte leyendo La tercera expedición a Marte de Ray Bradbury. Al principio el cuento se titulaba El cielo está en Marte lo cuál era todo lo contrario que afirmar que Marte está en el cielo. El cuento demostraba mejor que Feuerbach que Dios es el hombre y que el Dios sin nombre son los libros. 

Yo amaba la Ciencia Ficción y en España los sabios afirmaban que ni las mujeres ni los lectores de cómics podrían entrar en el Reino de los Cielos. O por lo menos en la Real Academia de la Lengua. Así que seguí leyendo a Bradbury. En tanto que persona-libro decidí aprenderme de memoria La tercera expedición a Marte, pero los cantos marcianos me obligaron a amarrarme al cascarón de proa de lo banal. Bradbury me enseño que lo culto es lo popular y la poesía la mejor arma del Apocalipsis.

En Inglaterra Crónicas marcianas se tituló The Silver Locusts y en España la tele hizo famoso uno de los libros de relatos más bellos de la historia, el mismo que cambio mi vida antes de la Muerte.


Sunday, 3 June 2012

El mito y el tiempo


Nadie es un mito hasta que no se muere. Incluso existe una expresión: “un mito viviente” para señalar la contradicción de quién es un mito y se obstina en permanecer con vida. Carlos Fuentes era un mito con piernas fuertes y camisas planchadas, tan derecho, tan plantado que no parecía cuando le vi por primera vez en París con trato de Jefe de Estado que nada pudiera hacerle tropezar, mucho menos la muerte. Ahora con los gritos con su nombre convirtiendo el español en un único mundo de plañideras Fuentes es un mito completo, terminado de labrar por el final. "La Muerte es el Gran Mecenas, el Ángel de la Escritura", dijo él. Escribimos para no morir. Fuentes comenzó a no morir en 1958 cuando publico La región más transparente allí dejo de ser Carlos y se hizo Carlos Fuentes.

Fuentes elige enfrentarse a México, cuestionar México porque Fuentes se convierte en México en la fuerza telúrica de las contradicciones de México: el país que lo contiene todo, que lo es todo. Donde la Muerte es Vida, donde la Vida es muerte. El país de Comala donde nadie se ha atrevido a escribir como Juan Rulfo, el país donde vive y nace el “boom” donde se amamanta a Bolaño, el país del movimiento Mac Hondo. El país de Aurora y sus sesenta y dos páginas perfectas. El México que Fuentes se inventa como si fuera un territorio imaginario como Yoknapatawpha, como Macondo. Fuentes inventa a México para que México invente a Fuentes. Convierte a la Santa Muerte, a la lucha contra el poder, a la indignación y la libertad en personajes de la tragedia del mundo. Sus protagonistas podrían vivir en el Infierno pero han elegido vivir en México. Hay muchas interpretaciones a la obra de Carlos Fuentes, la soberbia es su principal virtud y la ambición es su modestia. No se puede entender qué es un mito y porque se muere sin leer Terra nostra o La edad del tiempo. Si es que el tiempo tiene edad es que puede morir, si Carlos Fuentes fue un mito es que pudo vivir.


Friday, 11 May 2012

"Aunque seamos malditas" de Eugenia Rico, en el Blog de Libros en español del New York Times



Gracias al blog de libros en español del New York Times, estamos en la portada como lo más visto y nos regalan esta magnifica reseña/entrevista. Gracias New York City. El mundo es un libro que todavía no hemos leído y aún está por escribir. 

Thursday, 10 May 2012

La cucharilla




Él recorre mi piel con la cucharilla del café.
Me ha vendado los ojos.
Acabo de contarle mi vida. Es su turno.
Me ha vendado los ojos para que imagine mejor lo que va a contarme y me ha atado para que demuestre que creo ciegamente en él, que sé que no es un asesino, que estoy segura de que no va a hacerme daño.
Pero yo no lo sé, por eso tiemblo cuando recorre mi cuerpo con un cuchillo y me dice que es la cucharilla del café.

El fin de la raza blanca. (Páginas de Espuma, 2012. 102 páginas). Un libro dividido en tres partes: Cielo, Purgatorio e Infierno. Este es el primer texto del volumen.

Monday, 23 April 2012

23 de abril, Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor 2012



Con CEDRO y también con la buena compañía del escritor Javier Sierra, de los traductores Rosa Pilar Blanco y Eustaquio Barjauos os felicito el "Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor".

Sunday, 1 April 2012

Eugenia Rico, una obra para leerla a pequeños sorbos


Muchas gracias a Aurora Intxausti por su artículo publicado en El País el pasado día 10 de marzo. Espero que os guste.



Si alguien piensa encontrar en El fin de la raza blanca (Páginas de Espuma) unos relatos que se lean de un tirón que se lo quite de la cabeza. Cada uno de ellos te obliga a pararte, imaginar el mundo al que te ha llevado la escritora y dejar el siguiente para cuando lo hayas asimilado. Las 100 páginas del último trabajo de esta autora gijonesa, con la mirada en distintas ciudades del mundo, es "un libro pequeño que se lee a pequeños sorbos desde el primero de los cuentos La línea gris en el que que hay desde la relación de pareja hasta la miseria colectiva con el trasfondo de la guerra", puntualiza Eugenia Rico.

Esta mujer que realizó su tesis doctoral sobre El tratado de reunificación de Alemania empezó su actividad literaria a los 11 años con la publicación de su primer cuento sobre un hombre que pierde su trabajo y quiere suicidarse en las aguas turbias y negras del río. Siempre ha compaginado este género con la novela, de las que lleva publicadas media docena, defiende el relato y se lamenta que en España no haya tradición de buenos cuentistas ni de lectura de este tipo de género como existe en otros países de Europa y en toda América.

No para de moverse mientras habla y se sienta de mil y una maneras, no oculta que es golosa y mientras hablamos se lanza a comer uno de los bombones que hay sobre la mesa. Habla de la crisis que azota a esta sociedad y se revela ante la masiva emigración de jóvenes licenciados en busca de trabajo. "Somos un país con talento e ideas y estamos dejando que una generación brillante, porque se está colocando en lugares estupendos en otros países, abandone España. ¿Qué va a ser nosotros si ellos abandonan? Hubo un momento de la historia que se premiaba al desalmado, a aquel que era capaz de hacer dinero rápido y fácil sin preguntar de dónde venía. Viví la crisis industrial de Asturias y aquello fue muy duro, mucho más de lo que estamos padeciendo ahora. El problema de ahora es la crisis de valores. Creo que la Cultura, con poco dinero, puede ayudar a que las penas sean menores".

El fin de la raza blanca contiene relatos que pueden ser un rescate emocional a lo bestia, que te despiertan de un plumazo. Soy una mujer fuerte, que no me gusta la literatura light. Mis personajes no son malos pero lo son. En ellos hay violencia, son capaces de hacer el mal y daño a sí mismos". Eugenia Rico considera que "el cuento es la iluminación que nos lleva y vuelve a la oscuridad y en la novela pongo un foco. Creo que el primero es más verdadero, exige una técnica más depurada y el escritor, al menos en mi caso, soy una buscadora de la verdad". La autora española quiere que "los libros que escriba a lo largo de este siglo haga cómplice al lector y que éste se convierta en el detective de sus obras".

Tuesday, 20 March 2012

Escribir un libro de cuentos es apostar por la pureza literaria


Sigo recopilando algunas de las entrevistas publicadas con motivo de la publicación de El fin de la raza blanca. En este caso la realizada por el periodista Javier Blanco, el pasado 6 de marzo para La Razón. Espero que os guste.

VALLADOLID- Aclamada en Alemania como «la voz más importante de la nueva escritura en español» y con una trayectoria jalonada por importantes premios nacionales de novela, Eugenia Rico ha dado el salto al mundo de los cuentos con «El fin de la raza blanca», editado por Páginas de Espuma, que ayer presentaba en la capital vallisoletana. Además, acaba de llegar de Estados Unidos tras participar como «Escritor en residencia» por la Universidad de Iowa, por donde pasaron entre otros Carver o Richard Ford.

– Hay mucha tradición del mundo del cuento en Estados Unidos. Acabas de llegar allí. ¿Ha servido de acicate para publicar por primera vez en este género?
– En Norteamérica y en Sudamérica existe una gran tradición de cuentistas. O’Connor, Carver, Cortázar, Rulfo, Borges. En cambio, España, no sé por qué, es un país de novelistas, no de poetas. España tiene un cuento muy bueno, es más bien un prejuicio de los editores o de los propios escritores. Yo siempre he escrito cuento, lo que ocurre es que tiene que ser perfecto y he publicado el libro cuando lo tenía completo. Yo creo que es más valiente salir con una obra de cuentos y no con otra novela. Apuestas por la pureza de la literatura.

– ¿Es más valiente, comentas, y también más arriesgado?
– Sí. Con la novela ya se te ha reconocido y el cuento es territorio virgen, sin conquistar.

– En «El fin de la raza blanca» hay un catálogo de obsesiones que van desde la crueldad, a la maldad, la pureza, mucha ironía y humor y demasiados finales trágicos.
– Están todas mis obsesiones. Mis cuentos iluminan mis novelas con otra luz. «El fin de la raza blanca» es un grito contra la violencia y la crueldad. Yo estoy en contra de lo que llamaría el malismo y con estos relatos quería hacer un discurso de la defensa de la bondad. El escritor se tiene que poder del lado del bien, pero para ello intenta iluminar la parte del mal. Es un rescate emocional y yo creo en la literatura como salvación.

– Como si se tratara la Divina Comedia, divides el libro en cielo, purgatorio e infierno. ¿Dónde se encuentra la raza humana?
– En el purgatorio, evidentemente. Algunos creen que estamos en el cielo, otros en el infierno. Me gusta pensar que cielo e infierno son el mismo lugar, depende de si están mis amigos o no.

– Ahora qué está muy en boga los e-book y el libro tradicional, ¿cómo ve el futuro?
– No le tengo miedo al digital. Trae ventajas como recuperar libros descatalogados. Pero lo que me da miedo es la desaparición de los derechos de autor y de la propiedad intelectual. Y está muy amenazado.


Más en la edición digital de La Razón.

Monday, 12 March 2012

The University of Iowa International Writing Program hosts a reading by Eugenia Rico


Comparto hoy el video de uno de los Reading realizados en la Universidad de Iowa el día 14 de octubre de 2011. Como siempre espero vuestros comentarios.

Sunday, 11 March 2012

De gira con El fin de la raza blanca


Gira de promoción de El fin de la raza blanca


Madrid, 1 de marzo.
Madrid, 2 de marzo. Charla entre Eugenia Rico y Juan Cruz.
Madrid, 5 de marzo.
Valladolid, 6 de marzo.
Almería, 7 de marzo.
Jaén,  8 de marzo.
Granada, 9 de marzo.
Bilbao, 12 de marzo.
Barcelona, 13 de marzo.
Zaragoza, 14 de marzo.
Zaragoza, 30 de abril CLUB DE LECTURA EL CORTE INGLÉS. Presenta Antón Castro
Gijón, 15 de marzo.
Oviedo, 16 de marzo, con Conchita Quirós y Luis García.
Sevilla, 20 de marzo.
Vigo, 22 de marzo
Santiago de Compostela, 23 de marzo.
Valencia, 27 de marzo.
Valencia,  5 de mayo FIRMA y PRESENTACIÓN en Fira del Llibre de Valencia con Fernando Iwasaki.


Más información y entrevistas: prensa@ppespuma.com. Teléfono +34 91 522 72 51
www.paginasdeespuma.com

El fin de la raza blanca. En Páginas de Espuma


El fin de la raza blanca arranca con un estremecedor cuento que se mueve en el fino y desbocado equilibro de una línea gris y se interna en un viaje interior asediado por el estupor, lo absurdo, la crítica hacia un destino que nunca llega. Desde la relación de pareja, la piel y la basura que une a un hombre y una mujer, hasta la miseria colectiva e individual que se esconden detrás de conflictos como la I Guerra Mundial o la Guerra Civil española, este libro utiliza lo fantástico y cierta dosis de humor para, después, dejar paso a la crueldad ejercida por el poder, aunque sea en nombre de la caridad y el amor. Cielo, Purgatorio e Infierno en el que se bucea en la supervivencia, la presencia de la maldad, el amor corrompido. Una mirada desnuda y sin treguas acompañada de la mejor escritura.

Thursday, 1 March 2012

El fin de la raza blanca. Presentación en la Fnac de Callao de Madrid


Me haría mucha ilusión si pudierais venir mañana.
Un beso
Eugenia

Friday, 10 February 2012

El poder del conjuro


Reproduzco hoy la entrevista de España Directo, en Radio Nacional, presentado por la periodista Mamen Asensio y realizada con motivo de la presentación de Aunque seamos malditas. Una queimada gallega y la música en directo de Hevia y de Luis Eduardo Aute animaron el acto, convertido también en una forma de reivindicar la cultura de nuestra noche de ánimas.

Wednesday, 8 February 2012

Las malditas en La 1260 de México


Comparto hoy con vosotros la extensa entrevista realizada en México en el programa de Patricia Kelly 1260 AM, el lunes 12 de diciembre de 2011.






Monday, 30 January 2012

“Aunque seamos malditas", en México


Recupero hoy este artículo publicado por la periodista Adriana Balandrano, el pasado 8 de diciembre, en Posdata, la revista cultural y literaria mexicana editada en Monterrey, que representa un espacio de conversación de la cultura latina en el continente americano.



La escritora española Eugenia Rico (1972) considerada representante de una nueva generación novelística, promueve su novela “Aunque seamos malditas” en México.

El libro fue publicado originalmente por Editorial Suma de Letras en 2008, traducido al alemán con el título 'Auch wenn wir Verdammte sind' en 2010 por el sello Hoffman und Campe, y actualmente promovido en este país por su autora.

Anteriormente se ha dicho de este texto que aborda el género y fusiona o reinventa la novela histórica, la trama policíaca y una parodia actual cuyo resultado se acerca al mito y al respecto, Rico explica que la historia en su novela, tiene base en el mobbing, término que refiere el fenómeno de hostigamiento u acoso laboral, particularmente sobre mujeres.

Eugenia Rico narra sobre víctimas y verdugos, inocentes y culpables, a partir de una investigación de alrededor de cinco años respecto a los cazadores de brujas. En esta novela, se relacionan anacrónicamente los personajes Selena, una sanadora del siglo XVI acusada de brujería, y Ainur, mujer contemporánea que huyendo del acoso de su jefe, se refugia en un pueblo.

“Aunque seamos malditas”, habla sobre inquisición y la injusticia, sobre las yerbas y la ciencia, sobre las mujeres de antes y las de hoy, acusaciones y acosos sociales a través del libro, que aborda los mecanismos del “mobbing” en una suerte de intriga con tintes filosóficos y psicológicos que pretende Rico sea un instrumento de placer “porque la lectura tiene que ser un placer”, dijo.

Comentó la autora que en la trama, hay acusaciones que marcan para siempre. “Ainur”, el personaje central, intenta cambiar su destino después de ganar un juicio penal por mobbing: “Puede que sea inocente, pero tiene que huir para salvarse. Encuentra refugio en un pueblo cercano a un gran precipicio, donde habitan seres tullidos con una nueva visión del mundo”.

En esas circunstancias el personaje contemporáneo actual, remonta a la historia de una comadrona que tenida por santa por algunas personas, fue quemada por bruja en el siglo XVI: “Los dos refugios ocultan grandes peligros y encierran secretos que golpean a ‘Ainur’, quien se embarca en una intriga filosófica donde todo lo cotidiano peregrina por todas las pasiones humanas” apuntó Rico.

Durante el auge de la Inquisición prácticamente todas las mujeres eran brujas hasta que se demostrara la contrario: “Se suponía que las brujas tenían un punto en el cuerpo que no les dolía por nada, un punto donde no sentían el dolor. Los cazadores llegaban a los pueblos a pedir dinero a las personas, como todavía”.

Señaló Rico que los extorsionadores exigían fuertes cantidades de dinero a las mujeres que se dedicaban a cualquier actividad, siempre y cuando fueran bonitas, inteligentes, supieran leer o tuvieran una virtud o cualidad que las distinguiera de las demás. “Esos cazadores de brujas tenían el derecho de hacer desnudar, públicamente, a la mujer que ellos consideraran bruja, y así lo hacían”.

Antes como hoy, dijo la escritora, era y es una vergüenza desnudas y a la vista de todos, eran picadas con un punzón agudo, que les dejaba marcas en la piel y piquetes sangrantes: “Pero el pinzón estaba trucado y a capricho del cazador, podía no hacer daño y entonces era cuando se acusaba a la mujer de ser bruja y tener relaciones con el diablo”, comentó.

La entonces considerada ciencia era superstición, y lo perseguido como superstición era ciencia. “Eso, de alguna manera, pasa hoy en día y me ha interesado de manera particular el holocausto de las mujeres que son víctimas de acosos y de acusaciones infundadas”. Relató el caso de una mujer a quien su patrón, un “alcalde corrupto”, atacaba sexualmente pero ella ganó el caso, relató Rico cuya formación académica es como abogada con especialidad en Derechos Humanos.

Le interesa, destacó, el caso de los acusados sin culpa, el de los acusados por ser mujeres o seres indefensos, el tema del mobbing. El tema del acoso que se produce en la oficina o en el colegio. “Toda la novela habla sobre la violencia y por ser algunas ocasiones soterrada es más pérfida”, concluyó Eugenia Rico.

Rico es también guionista de cine, y entre sus obras literarias destacan la novela inicial de la tretalogía “Eros y Kafka” Los amantes tristes (2000), reconocida por la crítica y traducida a varios idiomas, La muerte blanca (2002) con la que ganó el Premio Azorín, La edad secreta (2004) finalista del Premio Primavera y obra final de su trilogía sobre las pasiones: Los amantes tristes o la amistad, La muerte blanca o el amor fraterno y La edad secreta o el amor carnal.

Otros textos de Eugenia Rico son 'En el país de las vacas sin ojos' (2005) Premio Espiritualidad de ese año, 'El otoño alemán' (2006) Premio Ateneo de Sevilla de Novela de ese mismo año y primera novela de su ciclo sobre Los Cuatro Elementos. Actualmente colabora con diversos medios de comunicación, como El País. Relatos y poemas suyos son parte de antologías por ejemplo 'La paz y la palabra' junto a Jose Saramago y Ernesto Sabato.

Su última novela, 'Aunque seamos malditas', es segunda de la tetralogía ‘Fuego’ y, sobre ésta el escritor José María Merino expresó: “una fiesta del lenguaje”.

Friday, 27 January 2012

Las tribulaciones del ciudadano R.


A un hombre de unos 73 años le está entrevistando un periodista de “Callejeros” en un jardín. El hombre entrevistado se expresa del siguiente modo: Soy hijo de exiliados. Hasta los 27 años y poco antes de la transición no pude volver a España por culpa de Franco. A mi padre, pobrecito, no sabíamos ni dónde enterrarlo .... Mi madre estuvo muchos años en silla de ruedas. Ahora tengo 73 años. Hace meses me quitaron el 30% de un pulmón. Mi mujer es inmigrante. Tengo tres hijos con ella. De los tres sólo trabaja una, la del medio,… Pero no cobra nada. Todos, incluidos los nietos, viven de mi asignación. La mayor se acaba de divorciar. Mi yerno se daba a las drogas y al alcohol y la ha dejado con dos niños. El pequeño de mis hijos aún no se ha ido de casa y además se ha casado con una divorciada y la ha traído a vivir con nosotros. Esa señora antes trabajaba, tenía muy buen puesto, pero desde que vino a mi casa ya no hace nada. Ahora tienen dos niñas que también viven bajo nuestro techo. Y para colmo este año, con lo de la crisis, casi no nos hemos podido ir de vacaciones y si me apuras… ni he podido celebrar que España ha ganado el Mundial. Para colmo, el marido de la mediana anda en líos con la justicia. Al enterarme me desmayé y casi pierdo un ojo al darme con una puerta… 

El periodista pone cara de asombro y comenta: Majestad, no creo que su situación sea tan mala.

Saturday, 7 January 2012

El saxofón de Papá Noel


Quizá fue así como Papa Noel llego a España....

Mi padre dejó de creer en los Reyes Magos por culpa de un saxofón. En esa época vivía en una ciudad con palmeras donde la gente se pasaba la vida soñando con la nieve. Todos menos mi padre, porque mi padre quería tocar el saxofón en una banda de jazz y no le importaba que sus amigos le dijeran que para poder tocar jazz hay que ser negro. Lo único que le importaba era hacerse con un saxofón aunque para ello tuviera que ser más negro que el Rey Baltasar. 

Su preocupación era que en la ciudad de las palmeras nadie vendía saxofones, o eso es lo que le había dicho su madre. De todas formas a él no le parecía eso una verdadera dificultad porque como los Reyes Magos venían de Oriente, pues sin duda atravesarían toda clase de países antes de llegar a su balcón y alguno de ellos sería el País de los Saxofones. 

Sin embargo una tarde naranja mientras acompañaba a su madre a ver a una tía lejana que había vuelto a tener trillizos, mi padre vio en el escaparate de una vieja tienda el saxofón más hermoso del mundo. Era rubio y parecía que hablaba inglés. Era dorado y con muchos botones. Era el saxofón con el que había soñado. Se lo dijo a su madre, pero su madre no se alegró sino que de repente le soltó una bofetada sin motivo. Te la he dado, dijo su madre, porque te dolerá menos de lo que voy a decirte y lo que voy a decirte te dolerá menos que quedarte esperando un saxofón toda la vida. Nunca vas a tener este saxofón porque los reyes son los padres y tus padres no tienen dinero para comprarlo.

Por supuesto mi padre no la creyó, ningún niño en su sano juicio la hubiera creído. Pero sus palabras le hicieron reflexionar. No dijo nada más en todo el día y decidió consultarlo con su amigo Pedrito. Pedrito era un niño muy admirado en el colegio y algunos decían que incluso en la ciudad, porque había viajado mucho y no sólo había visto la nieve en varias ocasiones sino que sabía jugar con ella. Pedrito tenía fotos con la nieve, tenía fotos incluso con los Reyes Magos en el Corte Inglés. Pedrito era un niño que estaba por encima del bien y del mal. Le dijo desde la altura de sus diez años que los Reyes Magos existían, él los había visto en la Gran Vía de Madrid pero mantenían relaciones mafiosas con los padres de cada uno. “Ya no son tan honrados como antes y piden dinero para traer los regalos”. Por ese motivo lo mejor era tener una tía adinerada ( las tías con trillizos no servían) o una abuela rentista y confiarles a ellas la carta a los Reyes Magos.

A esas alturas mi padre andaba ya muy mosqueado pero como deseaba tanto tener el saxofón descubrió una estratagema. En lugar de escribir a los Reyes Magos escribió a Papá Noel en casa del Tío Sam: “Querido Papá Noel no puede usted permitir que los niños españoles sigan teniendo costumbres bárbaras y creyendo en los Reyes Magos como si no fueran una colonia de su gran y magnánimo imperio. Por favor acuérdese de nosotros y haga que Papá Noel traiga un poco de democracia y preferiblemente muchos regalos a nuestro país y todos intentaremos aprender inglés. Y para comenzar esa sana costumbre comience por mandarle a Pablito Álvarez (que era el nombre de mi padre) un saxofón para que pueda ser como Louis Amstrong y adoctrinar a la masa que no sólo no habla inglés sino que nunca ha escuchado unas lágrimas de jazz”.

Cuando mi padre casi se había olvidado de los Reyes Magos y estaba investigando las posibilidades de escribir a la Befana la viejecita que les traía los regalos a los niños italianos, le llegó un paquete de parte de Papá Noel envuelto en la bandera de las barras y estrellas. Era el 25 de diciembre y aquello era un saxofón de plástico fabricado en China. Mi padre tardó años en enterarse pero su madre había mandado su carta añadiendo unas emotivas líneas a la Embajada Americana. Mi abuela asegura que fue mi padre el que introdujo en España la moda de Papá Noel. Y que por su culpa los Reyes Magos han tenido que retirarse a Florida donde no ganan para huracanes. Por si acaso mi padre (que se hizó fabricante de saxofones de juguete) vive ahora en otra ciudad con palmeras donde todos sueñan con Papá Noel y él sueña con la nieve.