EL MUNDO ES UN LIBRO QUE AÚN NO HEMOS LEÍDO

MI LIBERTAD NO TIENE PRECIO: TIENE TU NOMBRE

POETA ES AQUEL QUE SE COMPORTA IGUAL ANTE UN REY QUE ANTE UN MENDIGO

TODO ES LITERATURA; DEPENDE DE COMO TE LO CUENTEN

LA MENTE ES COMO UN PARACAIDAS, SÓLO SIRVE SI SE ABRE

Saturday 29 January 2011

En la luz inmóvil


El escritor gallego Ramón Pernas fue galardonado ayer con el Premio Internacional de Novela «Emilio Alarcos Llorach», en su decimoprimera edición.

Tuve honor de formar parte del jurado, presidido por Josefina Martínez de Alarcos, catedrática de Lengua Española en la Universidad de Oviedo con la participación de los académicos José María Merino y Luis Mateo Díez; el periodista Juan de Lillo; el catedrático y crítico Ángel Basanta; el director general de la editorial Algaida, que publicará la novela, Miguel Ángel Matellanes. El fallo del jurado se dio a conocer en el Club de Campo del Centro Asturiano, en el Naranco. El Centro es entidad colaboradora del premio desde hace años.

«En la luz inmóvil», destaca «por la nostálgica recreación memorial de una pasión amorosa ambientada en la transición y desvelada mediante una original forma de confesión».

Ramón Pernas estaba ayer «muy contento» por haber obtenido un premio «con nombres y apellidos», «un premio no contaminado». El autor, natural de Viveiro (Lugo), describió su novela como «una historia de desamor, de amor no compartido, una novela generacional». «En la luz inmóvil», título en clara alusión a Cesare Pavese, el protagonista narra en primera persona una historia de amor que comenzó en 1967. El chico y la chica se separan y él mantiene un recuerdo idealizado de la mujer, hasta que la reencuentra allá por los años 80 en plena vorágine de la movida madrileña. Ya no es la misma mujer y todo lo que el protagonista había creado en su imaginación tiene poco que ver con la realidad.

Como aparece reproducido en la prensa escrita, creo que esta obra «se encuentra en la tradición del amor cortés», que enmarca el estilo en el de la «metaliteratura», ya que el protagonista le cuenta la historia a su amigo «el mudo», «el gran descubrimiento de la obra».


Ramón Pernas (Vivero, 1952) es escritor, crítico y guionista. Su actividad laboral siempre ha estado relacionada con la cultura. Fue subdirector de Nueva Empresa y director de Actual. Trabajó como guionista en TVE (Si yo fuera presidente) y durante ocho años fue director editorial de Espasa Calpe. Entre sus obras se encuentran Si tú me dices ven (1996), El pabellón azul (1998), Paso a dos (1999, Premio Ateneo de Sevilla), Brumario (2000), Libro de actas (2003) y Del viento y la memoria (2006). Su último libro publicado, Poesía (in)completa (2008), reúne en un sólo volumen la práctica totalidad de su obra poética. Actualmente dirige Ámbito Cultural.

Enhorabuena.

Saturday 22 January 2011

Hablando de cine con Gracia Querejeta


‘Hablemos de cine’ es el título de uno de los programas puestos en marcha por la Consejería de Cultura, Turismo y Artesanía de Castilla-La Mancha, en el que tuve la oportunidad de participar en un encuentro con la cineasta Gracia Querejeta en el que conversamos sobre el séptimo arte y la literatura. El moderador fue Felipe H. Ponos, director del Cineclub de Toledo.

Aprovecho para reproducir la nota de prensa emitida por la Agencia Efe

La cineasta Gracia Querejeta y la escritora Eugenia Rico han destacado hoy la "riqueza" de la literatura y de las buenas películas frente al "género tele-movie" que impera en la televisión actual y que está degradando este medio, "de enormes posibilidades artísticas".

La cineasta madrileña ha llamado la atención sobre los efectos "peligrosísimos" que puede tener, sobre todo para los espectadores más jóvenes, programas televisivos como "Escenas de matrimonio" y se ha preguntado "cómo después de estar acostumbrado a este tipo de series, llevas a tu hijo a ver una película como Ciudadano Kane".
 
Por su parte, la escritora asturiana, ganadora del Premio Azorín 2002 por su novela "La muerte blanca", ha destacado que "no debemos ver a la televisión como una enemiga", pero sí reflexionar sobre el uso que se está haciendo de este medio, para dignificarlo y aprovechar sus enormes posibilidades de creación artística.

Querejeta ha criticado las "tele-movies" que se han puesto ahora tan de moda sobre temas escabrosos "como el policía corrupto de Coslada o el alcalde de Fago, que se estructuran para ser emitidas en dos capítulos de 70 minutos, con un presupuesto de un millón de euros. Eso es una chapuza", ha aseverado.

Tanto la directora de cine como la escritora han elogiado las producciones televisivas que se hacían en los años setenta y ochenta como "Los gozos y las sombras", "La Regenta" o "Fortunata y Jacinta", que sirvieron también para popularizar a grandes maestros de las letras españolas como Gonzalo Torrente Ballester, Leopoldo Alas Clarín y Benito Pérez Galdós.

Por otro lado, durante el debate, al que ha asistido la consejera de Cultura, Soledad Herrero, ambas creadoras han coincidido en que "cuanto peor es un texto literario, más posibilidades tiene de triunfar su adaptación cinematográfica" y Eugenia Rico ha puesto como ejemplo "El padrino" y "Blade Runner", donde las películas superan con creces los textos en los que se han inspirado.

En este contexto Querejeta ha subrayado que, en cambio, "nadie se ha atrevido a adaptar Cien años de soledad", de Gabriel García Márquez.

En otro momento, ambas han hecho un llamamiento a que la gente dedique más tiempo a la lectura y mientras la cineasta ha lamentado que "en España se lea tan poco", la escritora asturiana ha bromeado con que, "aunque el cine le llega a más gente, el libro te lo puedes llevar a la cama y tu eres el director de tu película, le pones la música, la luz, el cásting y hasta puedes cambiarlo".

El moderador de la charla, Felipe Ponos, ha recordado la faceta de Gracia Querejeta como actriz, ya que a los quince años participó en la película de Emilio Martínez Lázaro "Las palabras de Max" con bastante éxito de crítica, lo que ha dado pié a la cineasta a afirmar que "igual me tenía que haber seguido dedicando a eso".

Saturday 15 January 2011

La ciudad espejismo


Venecia es como la vida, todo el mundo habla de ella como si la conociera, como si supiera su secreto, pero en realidad nadie la conoce. Venecia y la vida son el misterio de saber por qué tanto misterio, en qué consiste la fascinación de una serie de riachuelos pútridos y de palacios acosados por las gaviotas y por qué seguimos atrapados en un cuento del que ya conocemos el final.

Y sin embargo, Venecia y la vida son dos obsesiones eternas. Nos gusta conversar sobre ellas, llenarnos la boca con el sonido de su nombre, hablar sin haberlas visto ni haberlas comprendido, porque nombrar es una forma de conocer lo que se ama y de amar sin conocer.

Venecia se refleja no solo en el agua que repite hasta el infinito la ostentación de sus piedras, sino en los miles de ciudades que en el mundo reclaman el nombre de Venecia: hay Venecias de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur. Pero en realidad Venecia como el verdadero amor es solo una. La ciudad que desde el principio se construyó para asombrar. Con el saqueo de Constantinopla, el doge Dandolo se pagó una ciudad de ensueños y la República Serenísima; como todos los nuevos ricos, decidió construir la capital de las maravillas y vivir de ellas hasta ahora. En la II Guerra Mundial, la belleza protegió a Venecia. Nadie se atrevió a bombardearla. Y ahora la belleza es su principal amenaza. Todos temen que Venecia se hunda y se pergeñan proyectos millonarios en euros y en disgustos como el Mose. Mientras el verdadero hundimiento es la despoblación de Venecia. Con solo 60.000 habitantes en el casco histórico, la mitad de ellos de más de 65 años, la ciudad del agua se encamina resignada a su futuro de parque temático, de ciudad-museo. Salvar Venecia es devolverle la vida a sus calles, la cesta con el correo a sus muros. De día, miles de turistas la profanan con su prisa. De noche, Venecia se queda a solas con sus muertos.

En Venecia todo flota: las iglesias, los palacios, la moral, las pasiones, los secretos. Todo flota menos los miles de troncos sobre los que se levanta parte de la ciudad. Érase una vez una ciudad tejida de puentes, hilvanada por pequeñas puntadas de piedra que atravesaban canales de agua sucia. Una ciudad que es como un decorado de teatro, demasiado hermosa para ser real. Una ciudad de bruma, de ecos en el agua, de rayos de sol que convierten el líquido pútrido en champán. De señoras rubias muy pálidas vestidas de armiño, de gatos enamorados de la luna, oculta siempre entre las nubes.

Las puntadas de los puentes cosen al mundo los costurones de agua plateada, negra, gris, dorada o turquesa según el humor de los dioses y de las mareas. Los turistas se abalanzan sobre ella deseosos de aspirar cada canal, cada ventana geminada, cada patio recóndito. Como vampiros, quieren succionar su belleza para metérsela en vena, pero es Venecia la que los vampiriza, la que se apodera de su voluntad hasta que ya no es suya y lo único que queda de ellos es el anhelo de volver.

Levantada sobre miles de troncos petrificados y sobre el ingenio de los últimos caballeros del Imperio Romano, Venecia no es de cartón-piedra, pero a veces lo parece. Las campanas se echan a volar canal abajo y las miradas se escapan campanile arriba. Dicen que a la ciudad debes venir con tu gran amor, con aquel de quien te has enamorado. Lo dicen, pero no es cierto, porque lo que sucede es que cualquiera que venga a Venecia se enamorará para siempre, pero no de la persona que esté a su lado, sino de la ciudad. Y la ciudad es una amante celosa. Te atrapará con su belleza y sobre todo con el reflejo de su belleza, que se escapa entre las manos como el agua y la vida. Con una excusa u otra, siempre volverás. Venecia te ha mirado.

Sigue en el artículo publicado en el Suplemento El Viajero del Periódico El País. Para continuar leyendo el texto completo pulsar aquí.

Saturday 1 January 2011

El poeta necesario


Es difícil escribir de lo que se ama porque contiene siempre un elemento innombrable. Uno puede decir que admira a Luis Alberto de Cuenca por su palabra, por su transgresión, por haber conquistado para la poesía un ámbito de libertad alejado de las modas. Por más que su poesía inaugure la posmodernidad no deja de ser sobre todo una celebración de la palabra. Luis Alberto desde la cultura más refinada atacó los bastiones de la cultura pop y los conquistó para la lengua. Leerle es dejarse fluir. En sus poemas late siempre una voz asombrada. Por eso y por muchas virtudes más admiro la poesía de Luis Alberto y admiro a Luis Alberto como persona y como poeta. Decir en cambio porque le quiero tanto tiene que ver con las otras virtudes: las difíciles de nombrar, las que diferencian lo que nos gusta de lo que nos conmueve. Entre temblar y decir prefiero temblar. Hay ciertos poetas que nos deslumbran con su inteligencia y Luis Alberto es uno de ellos, pero hay otros que se nos meten carne adentro y se hacen imprescindibles para comprender todos los otros libros que leemos: poetas necesarios. Estos últimos son muy pocos. Luis Alberto de Cuenca no sólo es uno de ellos. En este principio de siglo atormentado si hay un poeta necesario es Luis Alberto.


Este texto fue originalmente publicado en en número 8 de la Revista Hispanoamericana de Cultura "Otro Lunes".