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Hace tiempo que sigo la estela del escritor minoritario más leído del mundo. Incluso tuve el orgasmo de darlo a conocer a mi traductora al húngaro la gran Marta Patak que partir de mi recomendación se volvió Vilamatista y lo introdujo en los Países del Este. Ayer tuve el placer de presentar la última novela de
Vila Matas, unánimemente celebrada como su mejor novela. Lo hice en la Fundación Caja Castellón de la mano de
Alfredo Llopico responsable de uno de los blogs de agitación cultural más interesantes de los últimos tiempos y de la programación de una Fundación que se ha convertido en un referente para la cultura española de vanguardia. Como lo será sin duda Dublinesca, la última novela de
Vila Matas. Una novela sobre un editor que acude al Bloomsday para celebrar un funeral sobre la era Gutenberg y acaba celebrando un funeral por la gabardina mackintosh que ha sido asesinada por el ordenador Mackintosh. Nabokov decía que la mejor parte de la biografía de un escritor no es la historia de sus aventuras sino la crónica de su estilo. De esta manera Dublinesca es una autobiografía literaria sobre lo que Gracián llamaba los helados horrores de Vejecia: La costa de la muerte que se entrevee más allá de esta novela que habla de Nueva York tanto como de Dublín y que rinde mayor homenaje a Beckett que a Joyce. Por más que la aventura dublinesa de un editor alcohólico (que no se parece a Jorge Herralde aunque a veces se le superponga) esté plagada de la cultura apocalíptica de la cita literaria. Es esta una novela con una banda sonora, con Tom Waits sonando a la cabeza de los recuerdos cinéfilos del protagonista. Un intento de novela total de un autor total que como el personaje que inventa ha estado buscando al autor genial toda su vida y temiendo en secreto que no fuera él.
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