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Saturday 7 January 2012

El saxofón de Papá Noel


Quizá fue así como Papa Noel llego a España....

Mi padre dejó de creer en los Reyes Magos por culpa de un saxofón. En esa época vivía en una ciudad con palmeras donde la gente se pasaba la vida soñando con la nieve. Todos menos mi padre, porque mi padre quería tocar el saxofón en una banda de jazz y no le importaba que sus amigos le dijeran que para poder tocar jazz hay que ser negro. Lo único que le importaba era hacerse con un saxofón aunque para ello tuviera que ser más negro que el Rey Baltasar. 

Su preocupación era que en la ciudad de las palmeras nadie vendía saxofones, o eso es lo que le había dicho su madre. De todas formas a él no le parecía eso una verdadera dificultad porque como los Reyes Magos venían de Oriente, pues sin duda atravesarían toda clase de países antes de llegar a su balcón y alguno de ellos sería el País de los Saxofones. 

Sin embargo una tarde naranja mientras acompañaba a su madre a ver a una tía lejana que había vuelto a tener trillizos, mi padre vio en el escaparate de una vieja tienda el saxofón más hermoso del mundo. Era rubio y parecía que hablaba inglés. Era dorado y con muchos botones. Era el saxofón con el que había soñado. Se lo dijo a su madre, pero su madre no se alegró sino que de repente le soltó una bofetada sin motivo. Te la he dado, dijo su madre, porque te dolerá menos de lo que voy a decirte y lo que voy a decirte te dolerá menos que quedarte esperando un saxofón toda la vida. Nunca vas a tener este saxofón porque los reyes son los padres y tus padres no tienen dinero para comprarlo.

Por supuesto mi padre no la creyó, ningún niño en su sano juicio la hubiera creído. Pero sus palabras le hicieron reflexionar. No dijo nada más en todo el día y decidió consultarlo con su amigo Pedrito. Pedrito era un niño muy admirado en el colegio y algunos decían que incluso en la ciudad, porque había viajado mucho y no sólo había visto la nieve en varias ocasiones sino que sabía jugar con ella. Pedrito tenía fotos con la nieve, tenía fotos incluso con los Reyes Magos en el Corte Inglés. Pedrito era un niño que estaba por encima del bien y del mal. Le dijo desde la altura de sus diez años que los Reyes Magos existían, él los había visto en la Gran Vía de Madrid pero mantenían relaciones mafiosas con los padres de cada uno. “Ya no son tan honrados como antes y piden dinero para traer los regalos”. Por ese motivo lo mejor era tener una tía adinerada ( las tías con trillizos no servían) o una abuela rentista y confiarles a ellas la carta a los Reyes Magos.

A esas alturas mi padre andaba ya muy mosqueado pero como deseaba tanto tener el saxofón descubrió una estratagema. En lugar de escribir a los Reyes Magos escribió a Papá Noel en casa del Tío Sam: “Querido Papá Noel no puede usted permitir que los niños españoles sigan teniendo costumbres bárbaras y creyendo en los Reyes Magos como si no fueran una colonia de su gran y magnánimo imperio. Por favor acuérdese de nosotros y haga que Papá Noel traiga un poco de democracia y preferiblemente muchos regalos a nuestro país y todos intentaremos aprender inglés. Y para comenzar esa sana costumbre comience por mandarle a Pablito Álvarez (que era el nombre de mi padre) un saxofón para que pueda ser como Louis Amstrong y adoctrinar a la masa que no sólo no habla inglés sino que nunca ha escuchado unas lágrimas de jazz”.

Cuando mi padre casi se había olvidado de los Reyes Magos y estaba investigando las posibilidades de escribir a la Befana la viejecita que les traía los regalos a los niños italianos, le llegó un paquete de parte de Papá Noel envuelto en la bandera de las barras y estrellas. Era el 25 de diciembre y aquello era un saxofón de plástico fabricado en China. Mi padre tardó años en enterarse pero su madre había mandado su carta añadiendo unas emotivas líneas a la Embajada Americana. Mi abuela asegura que fue mi padre el que introdujo en España la moda de Papá Noel. Y que por su culpa los Reyes Magos han tenido que retirarse a Florida donde no ganan para huracanes. Por si acaso mi padre (que se hizó fabricante de saxofones de juguete) vive ahora en otra ciudad con palmeras donde todos sueñan con Papá Noel y él sueña con la nieve.

3 comments:

Frederik said...

¡Oh, Eugenia...!: me conmueve tanto esta historia...
Siempre tuve inquina a los yankys, porque -first- apuntalaron al ebreo de los ojos duros, al ferrolano vesánico que firmaba matariles -garrote y prensa- mientras tomaba café...
Second: porque, ya que le apalancaron para que nos diese torniquete, por lo menos que nos echasen el polvo de su mala leche en las escurridas escudillas de los niños famélicos que -ni por pienso- sabían lo que era un saxo..., como no fuese el que tocaba el payaso del circo de lonas remendabas que caía por su pueblo, pavonado, sin un destello aureo que llevarse a los ojos, que el sidol no se hallaba ni en el mercado negro: lo tenía acaparado el Ministerio de la Guerra, para dar brillo y esplendor a los botones de ancla, a las hebillas con la pájara y a los tahalíes de los oficiales victoriosos.
Por eso me reconcilia con ellos saber que en aquellas almas adolaradas -que no adoloridas- restaba un ápice de ternura al ver a un niño que soñaba con tener un saxofón.
Y, por lo que se ve, se lo regalaron.
Esta ternura yanky me hace recordar el reciente rasgo humanitario de los usanos, que se desvivieron para colocarle unas sofisticadas prótesis a un niño que había perdido los brazos en uno de los criminales bombardeos sobre la población civil de Irak.
Como en el caso del saxofón prodigioso, se impuso el reflejo altruista y humanitario de este gran pueblo.
Pero -en el caso del saxo- malicio si no sería una sutil maniobra de colonización cultural: les mando un regalo de Papá Noel, para que echen a esos Magos del Fértil Creciente; sean modernos y súbanse al trineo.
También podían echarnos ahora una mano, a ver si cambiamos a nuestro anacrónico rey mago por algo más...
Pero viniendo de ellos, mejor quedarnos como estamos.

Fred said...

El "ebreo" era el hebreo, naturalmente.

La cueva de los locos said...

Precioso