EL MUNDO ES UN LIBRO QUE AÚN NO HEMOS LEÍDO

MI LIBERTAD NO TIENE PRECIO: TIENE TU NOMBRE

POETA ES AQUEL QUE SE COMPORTA IGUAL ANTE UN REY QUE ANTE UN MENDIGO

TODO ES LITERATURA; DEPENDE DE COMO TE LO CUENTEN

LA MENTE ES COMO UN PARACAIDAS, SÓLO SIRVE SI SE ABRE

Thursday, 25 November 2010

Venecia, la mirada del agua


Recupero el texto del blog Agitación desde la Periferia con motivo de mi participación con la conferencia "Venecia, la mirada del agua" en el ciclo de charlas-coloquio "Punto de destino" organizado por Bancaja-Fundación Caja Castellón, que tendrá lugar el próximo miércoles, 1 de diciembre, a las 19.30 horas, en el Salón de Actos del Edificio Hucha (calle Enmedio, 82). 

Para mí, la ciudad de Venecia es mítica, una ciudad tejida de puentes, hilvanada por pequeñas puntadas de piedra. Una ciudad que es como un decorado de teatro, tan hermosa como irreal donde también las pasiones y las mentiras flotan, del mismo modo que los muelles y los palacios.

Venecia no es de cartón-piedra pero a veces lo parece. Las campanas se echan a volar canal abajo y las miradas se escapan campanile arriba. Suele decirse que ésta es una ciudad para venir con la persona de la que estás enamorado y no es cierto, porque cualquiera que venga a Venecia se enamorará para siempre pero no de quién está a su lado, sino de la ciudad. Y la ciudad es una amante celosa. Te atrapará con su belleza y sobre todo con el reflejo de su belleza que se escapa entre las manos como el agua y la vida.

Os espero en Castellón para poder compartirlo con vosotros.

Saturday, 20 November 2010

Margaret Atwood, la mujer comestible


Algunas ranas macho viven para el amor. Cantan en la noche para conseguir el favor de las hembras. Las hembras prefieren a los machos que tienen las voces más potentes, que son siempre los más fuertes, los más poderosos. Y algunas ranas macho han descubierto que pueden colarse en las alcantarillas, en las acequias, en los conductos vacíos que los hombres ya no utilizan.

Son las venas cegadas de las ciudades, donde las ranas pequeñas pero astutas se esconden y consiguen que el eco amplié sus cantos. De esta manera sus cantos suenan poderosos y ellas consiguen ranas mucho más atractivas de lo que jamás podrían soñar. Estas ranas macho consiguen gracias a los trucos de la acústica, lo mismo que los artistas con el arte.

Conseguir el amor y la aprobación de hembras que no les hubieran dedicado ni una mirada. Esto es así al menos para los artistas machos, nadie quiere conseguir el favor de ranas hembra más poderosas sino más indefensas. Con esta parábola Margaret Atwood, la mujer de las parábolas y de los símbolos, una escritora que se califica a sí misma de feminista, define el papel de la mujer-artista: alguien que lucha contra la naturaleza.

Lo cuenta en Orix & Crake uno de los tres libros dedicados por ella que hay en mi biblioteca. Margaret Atwood es una autora muy importante en mi vida, sin duda lo ha sido también para otras mujeres escritoras. Desde que la conocí en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, cuando ella era aún desconocida por los lectores españoles y yo una autora inédita, ha sido una especie de faro de mi literatura. Margaret Atwood me miró con su vista rayos X, acogió con generosidad mis escritos primeros y no se rió de la jovenzuela escritora en ciernes.

Me preguntó si leía en inglés y si tenía valor: lo primero le condujo a abrir su maleta y regalarme varios ejemplares de sus obras más queridas: Alias Grace era en aquel momento (todavía no había escrito El asesino ciego) su favorita, la segunda pregunta fue el inicio de sus consejos a una joven escritora: para escribir hay que tener muchas cualidades, lo mismo si eres hombre que si eres mujer, pero el valor es la principal para las féminas.

Margaret creyó adivinar que yo lo tenía y yo admiro el valor de los Premios Príncipe de Asturias en premiar a una de las mayores escritoras vivas y una de las más valientes. Quizá ningún otro premio español se hubiera atrevido a premiar a una escritora que no duda en calificarse feminista y algunas de cuyas obras son, como ella dice, «ficción especulativa» y, como dirían con cierto menosprecio en España, ciencia ficción. Margaret Atwood es la escritora comestible porque todo en ella alimenta: la palabra, la metáfora, la visión. Dueña de un estilo y un virtuosismo formal que despliega lo mismo en El asesino ciego una de las mejores novelas de este siglo, que en sus otras obras. Y de un discurso radical que el tiempo no ha suavizado sino más bien al contrario.

Yo soy escritora porque conocí a Margaret después de haber leído en Inglaterra la maravillosa El cuento de la doncella, ella me enseñó que escribir es domar el impetuoso caballo del idioma pero sobre todo no perder nunca de vista la importancia de la trasgresión. El escritor está en la sociedad para ser un huésped incomodo, un profeta denostado que evite males mayores. El escritor debe luchar: con la palabra y con las ideas. Margaret Atwood es el nuevo Orwell. En su poesía disfrutamos la parte más desconocida y deliciosa de su fértil pensamiento.


Este texto fue publicado originalmente en la web de los Premios Príncipe de Asturias con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008 a la escritora Margaret Atwood.

Friday, 12 November 2010

Escritoras contra la violencia de género



Aprovecho hoy para reproducir la entrevista de los estudios RFI franceses realizada con motivo de la presentación en el Instituto Cervantes de París del libro 5 x 2 = 9. Diez miradas contra la violencia de género, editado en España por Península. En esa obra participaron cinco escritoras españolas comprometidas contra la violencia de género: Ángeles Caso, Espido Freire, Rosa Regàs, Eugenia Rico y Lourdes Ventura, quienes recogieron el testimonio de cinco mujeres de distintas edades y clases sociales que en algún momento de sus vidas sufrieron malos tratos por parte de sus parejas. Si el título de "Cinco más cinco igual a nueve" parece extraño, tiene una simple pero trágica explicación: desgraciadamente, la quinta parte de esas mujeres fue asesinada años atrás por su pareja, y es el testimonio de sus hijos que dan vida al último relato.

Enrique Echeburúa, Catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco afirmó de este trabajo que "Al aprecio literario que tengo a las autoras se une el interés de un tema que genera una honda preocupación social y que está enfocado de una forma novedosa. La integración de los testimonios sobrecogedores de las víctimas con los comentarios agudos y escritos con elegancia literaria de las escritoras da por resultado un libro de biografías veraz, que denuncia el drama de la violencia contra la mujer con un lenguaje exento de tecnicismos y que puede ser del agrado de muchos potenciales lectores".

Para hablar de este libro y de las circunstancias de su redacción acudí a los estudios de RFI, acompañada de Espido Freire, Silvia Pérez, responsable de esta edición junto con Fernando Marías. Allí estaba también Raquel Caleya, la indispensable Directora de Gestión Cultural del Instituto Cervantes de París. 

Podéis escucharla pulsando aquí.

Tuesday, 2 November 2010

La voz que clama en el desierto


Hoy me gustaría recuperar este texto que fue publicado originalmente en la web de los Premios Príncipe de Asturias. Se titula "La voz que clama en el desierto" dedicado a Amos Oz con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2007.


Hubo un hombre que se retiró al desierto no por cuarenta días y cuarenta noches sino durante dieciocho años. Era un hombre que sabía que para ser un genio primero hay que aceptar que uno no es un Dios. El fue al desierto, en medio de los que no eran como él. Se convirtió en el viento que sopla desde el kibbutz, un viento hecho de palabras. Palabras que no le acarrearon la simpatía de sus vecinos de Arad, la ciudad de veintiocho mil habitantes entre el Mar Muerto y Be'r Sheva, de donde viene el principio de sus obras y de su fama. Allí viven los rusos ultraconservadores que se enfrentaron a Oz cuando él desveló por primera vez que estaba a favor de un estado palestino en convivencia con la nación israelí.

Este intelectual de ojos claros con coquetas arrugas no sólo es el más famoso de los novelistas israelíes, el hombre que ya en 1967 en los terribles tiempos de la Guerra de los Seis Días habló a favor de la paz y la concordia. Es también un escritor sutil que busca lo que hay detrás de las historias de amor que se repiten todas las noches y todas las noches son únicas. Dicen de él que no habla en frases como los demás mortales, incluso como casi todos los escritores, sino en párrafos. Del desierto del que surgió a la fama parece haberle quedado un bronceado perpetuo y metafórico. Es un hijo del sol que reclama para sí el poder de sus rayos. Y sin embargo, a pesar de ese halo de hombre-icono, de novelista político, este escritor famoso en el mundo entero y muy poco conocido en España escribe sobre todo sobre las personas y sus sentimientos. Leí a Oz por primera vez en Italia. Era el escritor fetiche de mis amigos romanos. Yo conocía su nombre, pero no su obra, lo leí por primera vez en italiano. Me fasciné y seguí leyéndolo.

Lo mejor de este Príncipe de Asturias es que espero que nos traiga una cosecha de traducciones de Amos Oz, para que no sea sólo el hombre icono sino un autor de referencia. Lo primero que me sorprendió al leer a Oz es que no encontré al militante político y pacifista sino a un escritor que en nuestro país hubiera podido ser calificado de intimista, sino fuera por que este calificativo en España es en general despreciativo y se reserva a las mujeres, y en Amos Oz hay algo profundamente masculino en lo que lo masculino tiene de topografía de lo atado a la tierra, de lo duro que puede ser blando pero no reblandecerse. Pero hay también algo blando, algo femenino, si seguimos aceptando el tópico de la dicotomía, en esta literatura que trae consigo la dulzura de los olivos y el Mediterráneo tanto o más que el estruendo de las armas. Amos Oz camina como si caminará sobre cristal. Ha cambiado de riñones como quien cambia de camisa pero no ha cambiado de ideas, si acaso se ha hecho más sutil. Sus ojos claros tienen ahora algo más de niebla y sus libros, quizá, algo más de duda. Pero sigue siendo el niño del kibbutz, el hombre hermoso que habla al mundo.